Miqueas 5, 1-4

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LECTIO DIVINA

8 de septiembre de 2017

Natividad de la Santísima Virgen María

LECTIO

Del libro del profeta Miqueas: 5, 1-4

Esto dice el Señor: "De ti, Belén Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos.
Por eso, el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. Él se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz".
La humildad de una semilla o grano que acaba en grandeza es un tema profundo y extenso en las Escrituras, sea en el Viejo o en el Nuevo Testamento, consumido en la parábola del grano de mostaza de Jesucristo (Lucas 13, 19).

El profeta Miqueas transmite lo que le dice el Señor: que de «Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá» vendrá el rey de Israel. Belén, la ciudad de David, pequeña y humilde como David mismo quien, aunque era el mas insignificante de sus hermanos, fue elegido como rey. También Miqueas habla que «el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz». La que ha de dar a luz es, como opinan los comentaristas de La Biblia Nueva de Jerusalén, «la madre del Mesías . . . . Miqueas piensa quizá en el oráculo» de Isaías 7,14. En ese oráculo, Isaías habla de la doncella o muchacha que será la madre del Mesías. En la versión griega del Antiguo Testamento se traduce la palabra hebrea «muchacha» por la palabra «virgen». Los mismos comentaristas notan que esa traducción «es un testimonio de la interpretación judía antigua, consagrada por» San Mateo (Mt. 1,23) que aplica esa profecía a la Virgen María.

Del santo Evangelio según san Mateo: 1, 18-23

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
En el Evangelio de Lucas, la historia de la infancia de Jesús (capítulos 1 y 2 de Lucas) está centrada entorno a la persona de María. Aquí en el Evangelio de Mateo, la infancia de Jesús (capítulos 1 y 2 de Mateo) está centrada alrededor de la persona de Josés, el prometido esposo de María. José era de la descendencia de David. A través de él Jesús pertenece a la raza de David. Así, en Jerusalén, se realizan las promesas hechas por Dios a David y a su descendencia. 

Como en las cuatro mujeres que acompañan a María en la genealogía de Jesús (Mt 1,1-16), había algo que no estaba de acuerdo con las normas de la ley: Tamar (viuda cananea que se viste de prostituta para obligar a Judá a que le dé un hijo ), Raab (prostituta cananea), Ruth (moabita, viuda y pobre) y Betsabé (Hitita, mujer de Urías, que fue seducida, violentada y embarazada por el rey David). También en María había algo anormal, contrario a las leyes de la época. A los ojos del pueblo de Nazaret, ella se preentó embarazada antes de convivir con José. Ni la gente, ni José, su futuro marido, sabían el origen de su embarazo. Si José hubiese sido justosegún la justicia de los escribas y de los fariseos, hubiera tenido que denunciar a María, y la pena para ella hubiera sido la muerte por apedreamiento. 

José era justo, ¡sí!, pero su justicia era diferente. Ya antes é practicaba aquello que Jesús enseñaría más tarde: “Si su justicia no supera la justicia de los escribas y de los fariseos, no entraren en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20). Por ello José, sin comprender los hechos, decide despedirla en secreto. 

En la Biblia, el descubrimiento del llamado de Dios en los hechos acontece de distintas formas. Por ejemplo, rumiando los hechos (Lc 2,19.51), a través de la meditación de la Biblia (At 15,15-19; 17,2-3), a través de los ángeles (la palabra ángel significa mensajero), que ayudan a descubrir el significado de los hechos (Mt 28,5-7). José llegó a percibir el significado de lo que estaba ocurriendo a María a través de un sueño. En el sueño un ángel se sirvió de la Biblia para aclarar el origen del embarazo de María. Venía de la acción del Espíritu de Dios. 

Cuando para María todo fue claro, ella exclamó: “ìHe aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra!” Cuando para José todo fue claro, tomó a María como su esposa, y fueron a vivir juntos. Gracias a la justicia de José, María no fue apedreada y Jesús siguió viviendo en su seno.

MEDITATIO

La meditación en la fiesta del nacimiento de María se enriquece de ideas. Sólo los apócrifos se basan en la narración del nacimiento de la Madre del Salvador, empalagados de fantasías emocionadas y de hechos inverosímiles utilizables, no obstante, en el ámbito de las simbologías y como interpretaciones. En las lecturas bíblicas no se concentra la atención directamente en María, dado que faltan las fuentes relativas a su nacimiento.

Por consiguiente, la meditación sobre su nacimiento tiene que pasar al menos por una afirmación central en ellas, a saber: la importancia del nacimiento.

Semejante observación podría parecer una obviedad; sin embargo, nos introduce en la búsqueda del sentido profundo, más allá de la crónica, de una existencia desde la perspectiva de la fe en Dios y desde la confianza en la nueva criatura entrada en el mundo humano.

El punto fuerte en el descubrimiento de la importancia de un nacimiento está en el descubrimiento de que Dios es el protagonista de ese nacimiento y del destino de esa persona. La presencia determinante e indispensable de Dios como protagonista se encuentra, en consecuencia y por analogía, también en el nacimiento y en la vida de María. El oráculo de Miqueas (el leccionario propone Miq 5,2-5 como primera lectura alternativa) se refiere a una maternidad, esto es, a la fuente de un nacimiento proyectado por Dios: la cita de éste en Mt 2,6 denota una convicción mesiánica, traducida por el evangelista en una convicción cristológica y contextualmente mariológica. La relectura de otro oráculo (Is 7,14) por parte del mismo evangelista señala en la virgen parturienta María a la madre designada por el mismo Dios y envuelta en el abismo místico de la comunión con el Espíritu Santo, el «Señor que da la vida». La importancia del nacimiento de María se deduce también a través de la prefiguración de ella en aquellos que fueron llamados por Dios según su designio, conocidos desde siempre, predestinados, justificados (la singular redención anticipada de la Inmaculada), glorificados.

ORATIO

Santa María, hija del Dios de la vida, criatura nacida en medio de la alegría, arca de la gracia plasmada por el Espíritu, salve. Madre del Viviente, canta aún por nosotros la alabanza al Todopoderoso y guía la gratitud por toda vida que nace y madura junto a nosotros.

Mujer destinada por adelantado a la existencia para abrir la vida al Hijo del hombre, el vencedor de la muerte con su resurrección, acompáñanos en el camino y en las pausas de la vida. Virgen solitaria, presencia amorosa y servicial en nuestra historia, acoge la oración de tus siervos.

CONTEMPLATIO

¿De dónde, repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fueron hechos el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti la Palabra se hace carne recibiendo la carne, sin perder la divinidad.

Hasta la Palabra se junta y une con la carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo a repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es decir, de la unión de la Palabra y de la carne; de él sale el mismo esposo como de su lecho nupcial (Sal 18,6). Al ser concebido te encontró virgen, y, una vez nacido, te deja virgen. Te otorga la fecundidad, sin privarte de la integridad. ¿De dónde te ha venido? ¿Quizá parezca insolente interrogar así a una virgen y pulsar inoportunamente con estas mis palabras a sus castos oídos. Mas veo que ella, llena de rubor, me responde y me alecciona: ¿Me preguntas de dónde me ha venido todo esto?

Me ruborizo al responderte acerca de mi bien; escucha el saludo del ángel y reconoce en mí tu salvación. Cree a quien yo he creído. Me preguntas de dónde me ha venido eso. Que el ángel te dé la respuesta». Dime, ángel, ¿de dónde le ha venido eso a María? Ya lo dije cuando la saludé: Salve, llena de gracia (Lc 1,28).

ACTIO

Repite y medita durante el día esta antífona litúrgica: «María, virgen madre de Dios, bendita y digna de toda alabanza, nosotros celebramos tu nacimiento: ruega por nosotros al Señor».

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Y he aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín, tu marido, viene a ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer, Ana, concebirá en su seno.

Y Joaquín salió y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin mácula, y serán para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los sacerdotes y para el consejo de los ancianos; y cien cabritos, y serán para los pobres del pueblo.

Y he aquí que Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su casa, lo vio venir y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello, diciendo: Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones, porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en mis entrañas. Y Joaquín guardó reposo en su hogar aquel primer día. [...]

Y los meses de Ana se cumplieron y, al noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha glorificado en este día. Y acostó a la niña en su cama. Y, transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña y la llamó María.

Y cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que torne cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el gran sacerdote recibió a la niña y, abrazándola, la bendijo y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti/ hasta el último día, el Señor hará ver la redención por El concedida a los hijos de Israel (Protoevangelio de Santiago IV, 2-4; V, 2; Vil, 2).