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Ahora bien, no es sólo la realidad personal la que ha sido profundamente cambiada; también tiene que ser transformada la realidad social, porque en Cristo no existen las acostumbradas distinciones de sexo, de clase y de estirpe, «sino que Cristo es todo en todos» (v. 11). La transformación personal, en el hombre nuevo, se convierte en principio de transformación de las relaciones sociales, en superación de las barreras puestas por el hombre viejo. Cristo aparece como la verdadera renovación de la persona y de la sociedad, como la verdadera novedad del mundo.
Y aquí se produce la inversión de las posiciones. El rico Epulón padece hambre y Lázaro lo tiene todo. La felicidad y la infelicidad han invertido sus posiciones. Se trata de una invitación enérgica al desprendimiento de todo lo que pasa, para apostar por el Todo que no pasa, por el Reino, por el Futuro de Dios, por la eternidad. Todo el que goce de los bienes de la tierra y de la abundancia debe preguntarse hasta qué punto no es prisionero de esos bienes. Quien esté absorbido por los bienes que pasan debe preguntarse qué será de él si no piensa también en «acumular» los bienes que no pasan.
Sin embargo, mostró a lo vivo las exigencias de la vocación cristiana, censurando valientemente la inmoralidad de la corte imperial; y por eso padeció la persecución y el exilio, mostrándose «humilde, amable y paciente» (cf. Ef 4,2). Como pastor bueno y solícito con las necesidades del pueblo, supo sacrificar su \ida para defender la integridad de la fe del rebaño que le había sido confiado.
Su luminosa doctrina, su extensa obra homilética y la liturgia que de él toma nombre son un vínculo de unidad entre las Iglesias.
Has permitido que nosotros, tus indignos siervos, estemos ahora delante de la gloria de tu santo altar y te ofrezcamos adoración y alabanza. Maestro, acepta este himno que te proclama tres veces santo también de los labios de nosotros, pecadores, y asístenos con tu bondad. Perdona nuestras transgresiones voluntarias e involuntarias, santifica nuestras almas y nuestros cuerpos y concédenos poder adorarte y servirte en santidad todos los días de nuestra vida, por la intercesión de la santa
Madre de Dios y de todos los santos en quienes te has complacido a través de todos los tiempos (Juan Crisóstomo, Trisagion).
¿Qué es lo que turba tu alma? No tienes que abatirte; sólo hay una cosa a la que debes temer, oh Olimpíade, una única prueba: el pecado y nada más, no he cesado nunca de repetírtelo; todo lo demás son fábulas, ya se trate de insidias o de odios o calumnias o insultos o acusaciones o confiscaciones o exilios o espadas afiladas o alta mar u hostilidades de todo el mundo. Sea cual sea la naturaleza de estos males, son efímeros y caducos, porque golpean a un cuerpo mortal, sin traer consigo ningún daño al alma vigilante. Nada de cuanto sucede te debe turbar: ora sin cesar al Dios al que adoras, que haga un signo sólo y todo se disolverá en un instante.
Mas si, a pesar de tus oraciones, no se ha disuelto nada, es porque Dios actúa así a menudo: no disuelve las desventuras desde el comienzo, repito, sino cuando han llegado a su cumbre; entonces, de un trazo lo transforma todo en bonanza y dirige la situación hacia desenlaces inesperados. En efecto, Dios puede concedernos no sólo los beneficios que esperamos y deseamos, sino muchos más e infinitamente más grandes.
No te turbes, pues; mantente, más bien, siempre llena de gratitud y de alabanza a Dios, por todo; invócale, ruégale, suplícale. El Señor no se deja sorprender por las situaciones difíciles, aunque todo se haya precipitado a una ruina extrema (Juan Crisóstomo, Lettere dall'esilio, Milán 1975, pp. 73ss).
El amor, para los cristianos, es caridad divina que une a los hermanos. En las cartas del exilio, es impresionante la vuelta de Juan Crisóstomo al tema del amor a Dios y al prójimo, de la caridad sentida como pasión viva y casi loca, fuente de verdadera alegría, cima de la pureza. Es hombre, en el sentido cabal del término, quien vive la unión entre los hermanos recordando a Dios en cada uno de ellos. Es capaz de comprender este amor
-añade- sólo quien está en sintonía con el corazón de Cristo (C. Riggi, «Introduzione», en Juan Crisóstomo, La vera conversione, Roma 1984, pp. 7-9 [edición española: La verdadera conversión, Ciudad Nueva, Madrid 1997]).
13 de septiembre de 2017
MEMORIA DE SAN JUAN CRISÓSTOMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
Juan Crisóstomo nació en Antioquía hacia el año 349. Ordenado sacerdote, se entregó con gran celo a la predicación. En el año 397 fue llamado a la sede episcopal de Constantinopla, donde se puso enteramente al servicio del rebaño que le había sido confiado. Su palabra ciara e incisiva -hasta el punto de merecerle el sobre nombre de «Crisóstomo» («boca de oro»)- no perdonó la corrupción de la corte imperial. Así fue como, al incurrir en el odio de los poderosos, fue enviado al exilio. Primero a Bitinia, de donde fue llamado muy pronto por la reacción del pueblo; pero un segundo y más duro exilio en Armenia fue fatal para su salud. Murió el 14 de septiembre del año 407 en Comana Poética, en la actual Turquía.LECTIO
De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 3, 1-11
Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con Él.
Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría. Esto es lo que atrae el castigo de Dios sobre aquellos que no lo obedecen.
Todo esto lo hacían también ustedes en su vida anterior. Pero ahora dejen a un lado todas estas cosas: la ira, el rencor, la maldad, las blasfemias y las palabras obscenas. No sigan engañándose unos a otros; despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen.
En este orden nuevo ya no hay distinción entre judíos y no judíos, israelitas y paganos, bárbaros y extranjeros, esclavos y libres; sino que Cristo es todo en todos.
Pablo pasa a las consecuencias prácticas que tienen que ver con el estilo de vida cristiano. Es interesante señalar que no presenta un código moral completamente nuevo. Toma el mejor de la cultura existente. La lista de vicios y de virtudes no es muy diferente de la lista de los estoicos, que presentaban un elevado ideal de vida. Con todo, hay una diferencia fundamental: la motivación cristológica. Los creyentes constituyen en Cristo una «realidad nueva» o una «nueva creación». El creyente participa en las vicisitudes de Cristo y, por consiguiente, se ha revestido del hombre nuevo, que se «se va renovando a imagen de su Creador» (v. 10). La limpieza existencial es, por tanto, manifestación de una transformación interna. La novedad de vida es signo de un «hombre nuevo» que se está formando.Ahora bien, no es sólo la realidad personal la que ha sido profundamente cambiada; también tiene que ser transformada la realidad social, porque en Cristo no existen las acostumbradas distinciones de sexo, de clase y de estirpe, «sino que Cristo es todo en todos» (v. 11). La transformación personal, en el hombre nuevo, se convierte en principio de transformación de las relaciones sociales, en superación de las barreras puestas por el hombre viejo. Cristo aparece como la verdadera renovación de la persona y de la sociedad, como la verdadera novedad del mundo.
Del santo Evangelio según san Lucas: 6, 20-26
En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo: "Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.
Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!".
Lucas da una versión diferente de las bienaventuranzas. Las espiritualiza menos que Mateo. El Cristo de Lucas expresa su preferencia por los cristianos pobres, cuyo tipo está representado por Lázaro. Pero no sólo esto: los ricos deben ser compadecidos, pues están engañados y cegados por las riquezas y, además de llevar con frecuencia una vida moralmente discutible y carecer de piedad, son prisioneros de sus preocupaciones, sin perspectivas sobre el objetivo esencial de su vida, sin prestar atención a sus hermanos. El dinero es su ídolo, pero todo se les va de las manos: «Necio, esta noche morirás».Y aquí se produce la inversión de las posiciones. El rico Epulón padece hambre y Lázaro lo tiene todo. La felicidad y la infelicidad han invertido sus posiciones. Se trata de una invitación enérgica al desprendimiento de todo lo que pasa, para apostar por el Todo que no pasa, por el Reino, por el Futuro de Dios, por la eternidad. Todo el que goce de los bienes de la tierra y de la abundancia debe preguntarse hasta qué punto no es prisionero de esos bienes. Quien esté absorbido por los bienes que pasan debe preguntarse qué será de él si no piensa también en «acumular» los bienes que no pasan.
MEDITATIO
Las palabras que hemos escuchado describen bien la figura y la vida de san Juan Crisóstomo. Como profundo conocedor del misterio de Cristo y brillante predicador, se negó a un fácil éxito al precio de componendas.Sin embargo, mostró a lo vivo las exigencias de la vocación cristiana, censurando valientemente la inmoralidad de la corte imperial; y por eso padeció la persecución y el exilio, mostrándose «humilde, amable y paciente» (cf. Ef 4,2). Como pastor bueno y solícito con las necesidades del pueblo, supo sacrificar su \ida para defender la integridad de la fe del rebaño que le había sido confiado.
Su luminosa doctrina, su extensa obra homilética y la liturgia que de él toma nombre son un vínculo de unidad entre las Iglesias.
ORATIO
Santo Dios, Tú habitas entre tus santos. Tú eres alabado por los serafines con el himno que te proclama tres veces santo y glorificado por los querubines y adorado por todos los poderes celestiales. Tú has creado todo de la nada. Tú creaste al hombre y a la mujer a tu imagen y semejanza y los adornaste con todos los dones de tu gracia. Tú das sabiduría y entendimiento al suplicante y no te olvidas del pecador, sino que has establecido el arrepentimiento como camino de la salvación.Has permitido que nosotros, tus indignos siervos, estemos ahora delante de la gloria de tu santo altar y te ofrezcamos adoración y alabanza. Maestro, acepta este himno que te proclama tres veces santo también de los labios de nosotros, pecadores, y asístenos con tu bondad. Perdona nuestras transgresiones voluntarias e involuntarias, santifica nuestras almas y nuestros cuerpos y concédenos poder adorarte y servirte en santidad todos los días de nuestra vida, por la intercesión de la santa
Madre de Dios y de todos los santos en quienes te has complacido a través de todos los tiempos (Juan Crisóstomo, Trisagion).
CONTEMPLATIO
Mira, deseo aliviar una vez más las llagas de tu tristeza.¿Qué es lo que turba tu alma? No tienes que abatirte; sólo hay una cosa a la que debes temer, oh Olimpíade, una única prueba: el pecado y nada más, no he cesado nunca de repetírtelo; todo lo demás son fábulas, ya se trate de insidias o de odios o calumnias o insultos o acusaciones o confiscaciones o exilios o espadas afiladas o alta mar u hostilidades de todo el mundo. Sea cual sea la naturaleza de estos males, son efímeros y caducos, porque golpean a un cuerpo mortal, sin traer consigo ningún daño al alma vigilante. Nada de cuanto sucede te debe turbar: ora sin cesar al Dios al que adoras, que haga un signo sólo y todo se disolverá en un instante.
Mas si, a pesar de tus oraciones, no se ha disuelto nada, es porque Dios actúa así a menudo: no disuelve las desventuras desde el comienzo, repito, sino cuando han llegado a su cumbre; entonces, de un trazo lo transforma todo en bonanza y dirige la situación hacia desenlaces inesperados. En efecto, Dios puede concedernos no sólo los beneficios que esperamos y deseamos, sino muchos más e infinitamente más grandes.
No te turbes, pues; mantente, más bien, siempre llena de gratitud y de alabanza a Dios, por todo; invócale, ruégale, suplícale. El Señor no se deja sorprender por las situaciones difíciles, aunque todo se haya precipitado a una ruina extrema (Juan Crisóstomo, Lettere dall'esilio, Milán 1975, pp. 73ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y medita durante el día la Palabra: «Para mí, la vida es Cristo, y morir significa una ganancia» (Flp 1,21).PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La crisis de valores que estamos viviendo y la quiebra actual de los ideales nos invitan a hacer nuestra la experiencia de los antiguos Padres de la fe, comprometiéndonos a reconstruir con ellos una humanidad más justa y más pura, y a liberarnos a nosotros y a los demás de la alienación y de la agresividad. Por eso es actual la compunción -que para Juan Crisóstomo es la revuelta interior contra el mal-. Modelo de conversión radical es este mismo santo, que ya de joven abrazó la aspereza de la soledad contra el ambiente corrupto y corruptor. El Evangelio -repetirá con frecuencia- proclama bienaventurados no a los opresores, ni a los poderosos, sino a los que tienen hambre de justicia y a los que saben comprenderlos; no a los lujuriosos, sino a los limpios de corazón capaces de mirar las cosas de aquí abajo a la luz de Dios; no a los violentos, sino a los portadores de paz. Nunca se cansó de recordar estos principios a sus fieles.El amor, para los cristianos, es caridad divina que une a los hermanos. En las cartas del exilio, es impresionante la vuelta de Juan Crisóstomo al tema del amor a Dios y al prójimo, de la caridad sentida como pasión viva y casi loca, fuente de verdadera alegría, cima de la pureza. Es hombre, en el sentido cabal del término, quien vive la unión entre los hermanos recordando a Dios en cada uno de ellos. Es capaz de comprender este amor
-añade- sólo quien está en sintonía con el corazón de Cristo (C. Riggi, «Introduzione», en Juan Crisóstomo, La vera conversione, Roma 1984, pp. 7-9 [edición española: La verdadera conversión, Ciudad Nueva, Madrid 1997]).